LA BANDERA, SUS COLORES Y SU SIMBOLISMO (fuente Instituto Nacional Belgraniano www.manuelbelgrano.gov.ar )
La primera bandera nacional, mandada hacer por Belgrano, fue conforme a los colores de la escarapela, de acuerdo con su carta del 27 de febrero de 1812, dirigida al Primer Triunvirato. Según el historiador Augusto Fernández Díaz, el origen del color blanco sería la paloma de plata, símbolo del Espíritu Santo, blasón central que en su origen ocupaba casi todo el campo del escudo de la ciudad de Buenos Aires. 1
El origen de los colores de la bandera está vinculado a la más antigua tradición de la ciudad. Según el historiador José R. Del Franco, en la escarapela predomina el blanco. La escarapela autorizada por el Triunvirato, “blanca y azul celeste”, significaría que en ella predomina el blanco. La frecuencia de los cultos en honor de María Inmaculada, dice, popularizaron entre nosotros, los colores peculiares de esa devoción, dándoles la vida externa que su uso habitual generalizaba.
El origen del escudo y la significación clásica y simbólica del color azul-celeste, responden exclusivamente, a la atribución con que lo ha consagrado la liturgia católica, como representativa del misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, al aprobar la orden fundada por Beatriz de Silva y reconocerle como hábito, los colores con que se ofreciera a su vista en el éxtasis de la revelación: “el azul-celeste y blanco”. 2 Esta explicación es perfectamente aceptable, dado la profunda religiosidad de nuestro prócer, que era devoto de la Virgen María, como lo demuestra posteriormente al entronizar a la Virgen de la Merced, como patrona del Ejército del Norte.
Algunos historiadores atribuyen la elección del celeste y blanco inspirándose en la banda de la Orden de Carlos III, lo cual es perfectamente aceptable y no se contradice con que se inspirara también en los colores del manto de la Virgen. El historiador Del Franco hace una objeción con respecto a la banda de Carlos III: “los esmaltes de la cruz de la misma son de blanco y azul, y no blanco y celeste”. El estatuto de la orden (art. IV) establece la insignia: “Una banda ancha de seda, dividida en tres fajas iguales, la del centro blanca y las dos laterales de color azul-celeste”. 3
A pesar de este testimonio no podemos descartar la posible influencia de los colores borbónicos en la escarapela y la bandera.
Según el Acta de instalación del Consulado, del cual Belgrano fue secretario, la enseña elegida por esa corporación tiene los colores blanco y celeste. Estos colores también estuvieron presentes en los escudos coloniales y en el regimiento de Húsares. Fue distintivo de los patriotas durante las invasiones inglesas en moños, lazos y cintas. Contrariamente a lo que algunos historiadores afirman, los colores presentes en la Revolución de Mayo no fueron el celeste y blanco, sino el rojo y blanco.
Juan Bautista Alberdi hizo una obra, La Revolución de Mayo, que no corresponde exactamente a la verdad histórica, dado que la parte histórica la ha tomado de las Actas y Memorias, y la parte literaria de la tradición popular. En ella afirma: “España tiene la suya (se refiere a la bandera), nosotros tengamos la nuestra. Para representar la Libertad, que es hija del cielo, nada más lindo que los colores del mismo cielo”.
La sensibilidad de Alberdi describe la bandera: “El que resplandece sobre nuestras cabezas, nos presenta el diseño así: las manchas blancas del sud, sobre el fondo azulado. He ahí nuestro estandarte: la imagen concisa de nuestro cielo y de una causa que también es hija del cielo, porque es la causa del Evangelio, la causa de la Libertad, de la Igualdad, de la Fraternidad...” 4
Más allá de la tradición y de la ley, el simbolismo de la bandera justifica la autenticidad de sus colores. La bandera argentina es el reflejo del cielo patrio, tal como lo contemplamos en los días serenos: un color de cielo celeste sin nubes, con el sol de la libertad brillando en medio de ella. 5
Como mencionáramos anteriormente, en la bandera argentina están presentes aspectos del ritual de la Iglesia, y aspectos militares, ya que tanto en las órdenes de caballería como en las vírgenes y ángeles, encontramos los colores celeste y blanco, que significan pureza.
En la heráldica su color típico es el zafiro, que es cerúleo o azul claro sky blue. Por eso Milton dice en su “Paraíso”: “The blue firmament”, en contraposición del dark blue o azul o azul oscuro, distintivo del espíritu de las tinieblas, de donde vienen sin duda los blues devils o diablos azules de los ingleses. Webster en su American Dictionary, define casi con la palabra de Milton: “Blue. El color del claro cielo, o un color que se le asemeja”. 6
En el espectro solar de Newton y en las imágenes de fuentes luminosas que reproducen el espectroscopio, es el color azul claro, como el del cielo, el que se distingue en toda su pureza; de modo que, hasta la ciencia, demuestra cual es el color típico de la serie, de alguna manera confirma el simbolismo.
Hay un escrito de Juan María Gutiérrez muy interesante, contestando al coronel Espejo -dice Mitre-: “El coronel don Jerónimo Espejo, en una carta publicada el 25 de Mayo precisamente en el aniversario del día en que los revolucionarios de Mayo enarbolaron los colores blanco y celeste de la patria como símbolo de libertad” Dice que “los legítimos colores de la bandera del ejército de los Andes, fueron el azul y blanco”. Al menos esto es lo que se deduce del contexto de su carta, algo confuso; y como su palabra es autorizada, debe tomarse en seria consideración además del respeto que su persona se merece.
Faltaría averiguar, empero, qué es lo que el coronel Espejo entiende por azul; si es el azul del claro cielo, iluminado por el sol, o el azul turquí en cuyo fondo se destacan las estrellas de la noche; o los dos azules típicos entre los siete colores primitivos que descomponen el prisma de Newton: o de Prusia, o de Bremen, o sajón; o el azul de ultramar, de Thenard, o de cobalto, debidos a la industria; o si es el celeste, o sea el azul del firmamento que brilla en las páginas de la historia argentina, el cual ha sido perdurablemente fijado en la ley que dio sanción legal a la bandera transmitida por la tradición, inaugurada por el patriotismo y consagrada por la victoria como emblema de independencia y libertad.
La tela con que se confeccionó la bandera de los Andes, puede quizás haber sido azul, y esto no sería sino un simple accidente, que de ningún modo podría borrar el legítimo color nacional de un pueblo. Sin embargo, una de las damas que la bordaron en Mendoza –la señora doña Laureana Ferrari, esposa del coronel D. Manuel Olazábal– ha declarado que esa bandera fue hecha de sarga celeste y blanca, y así lo ha publicado el señor Carranza. Aún se conserva el abanico del cual sacó esa señora las lentejuelas de oro y plata que adornaron el escudo de la bandera.
Más adelante, agrega Mitre: “¿Por qué no se encuentra el color azul ni mencionado una sola vez en los documentos oficiales, y sí siempre y constantemente el celeste? Es que el color azul, entiendo por azul el oscuro, no tiene ni antecedente histórico, ni significado militar, ni razón de ser siquiera sea como hecho. La única vez que en aquella época se hizo mención del azul, fue tomada esta palabra como sinónimo de azul celeste.
En la sesión del Congreso de 20 de julio de 1816, el diputado Gazcón, pidió que ‘se autorizase por decreto la bandera del país, azul y blanca, que actualmente se usa’. Y como la bandera que se usaba era celeste y blanca, el secretario Serrano, encargado de redactar el decreto, puso celeste en vez de azul, y así quedó sancionado el 25 de julio de 1816 en los términos antes citados.
En el mismo sentido se usó en la Ley de 1818, que se agregó el sol declarando que los dos colores continuarían usándose en el modo y forma acostumbrados (acostumbrados en plural)”.
Luego de invocar como prueba el retrato en que San Martín aparece envuelto en la bandera celeste y blanca, concluye Mitre: “Y si en presencia de la imagen de su ilustre general, con ese testimonio irrecusable en la mano, el coronel Espejo, levanta su mano al cielo en que brillan los colores de nuestra bandera iluminados por el sol, y aún sostiene que el emblema del ejército de los Andes era azul y blanco y no celeste y blanco, como lo declara la ley, la historia y lo atestigua el arte, puede entonces ennegrecer los colores de las condecoraciones militares que tan dignamente adornan su noble pecho, y buscar el origen y el glorioso significado de los colores de nuestra bandera en otra historia, en otras leyes, en otros documentos públicos que no sean los que el pueblo argentino ha considerado hasta hoy como auténticos y legítimos y en cuya verdad San Martín murió creyendo como lo prueba la bandera en que se envolvió al legarnos su retrato”. 7
1. Revista Historia, Nº 12, Año III. Buenos Aires, abril-junio, 1958, p. 127.
2. Dardo Corvalán Mendilaharsu, Los símbolos patrios. En: Academia Nacional de la Historia, Historia de la Nación Argentina (desde sus orígenes hasta la organización definitiva en 1862) 3ª edición. Buenos Aires, El Ateneo, 1962, p. 244.
3. Dardo Corvalán Mendilaharsu, op. cit., p. 244.
4. Dardo Corvalán Mendilaharsu, op. cit., p. 247.
5. Dardo Corvalán Mendilaharsu, ibídem, p. 277.
6. Dardo Corvalán Mendilaharsu, ibíd., p. 277.
7. Dardo Corvalán Mendilaharsu, op. cit., pp. 277-278.